Nuestro día a día
“Cuando oráis a Dios con salmos e himnos, que sienta el corazón lo que profiere la voz”
San Agustín
El trabajo tiene la función de equilibrar mente y cuerpo, de mantener biorritmos y hábitos necesarios y beneficiosos para la vida y la salud de la monja canóniga. Todo esto en un ambiente de mutua cooperación donde Dios y las hermanas son el centro y motivo del trabajo, liberándose de alguna forma del egoísmo de quien solo produce para su bienestar.
Por eso nuestra vida toda es de oración, uniéndonos en cualquier ocupación a Jesús Sumo y Eterno Sacerdote, por las necesidades de los hombres nuestros hermanos, de la Santa Madre Iglesia. Nada se escapa en la oración y sin billete y con su fuerza, puede remontarse el alma a rincones y lugares insospechados. La oración tiene poder y la canóniga vive su vida convencida de ello y de que ese es su apostolado principal en el seno de la Iglesia, con la que vive en comunión.
La canóniga sabe también confraternizar… hacer comunidad. Ha de vivir la caridad con su familia monacal, compartir, cantar, reír y llorar. Juntas, como vírgenes consagradas bajo el techo que habita Jesús mismo, quien las une y las reúne para vivir en y por la Iglesia. Y las quiere felices…contentas, radiantes de júbilo.
Para crear ese ambiente distendido y de familia, existen ratos de esparcimiento y recreo, en los que todas juntas ponen su granito de arena, para sacar una sonrisa a sus hermanas, para poner en común necesidades y problemas, para bromear sanamente y divertirse con el alma, sin embargo metida en el Corazón de Jesús. Juntas viven, rezan y comparten el diario alimento y juntas elevan a Dios a través de sus vidas sencillísimas el eximio sacrificio de alabanza.
Un espacio, en la jornada diaria está dedicado a la formación, las más jóvenes en comunidad lo hacen en el noviciado, donde se intenta crear un ambiente de humilde aprendizaje y asimilación del carisma de la Orden, de sus costumbres, de Liturgia, Catecismo e Historia de la Iglesia. Pero esta formación no termina con la profesión, sino que se extiende, fortalece y actualiza a lo largo de la vida de la Canóniga y se mantiene hasta que apagándose aquí, se abre y enciende en el cielo.
Un elemento fundamental de nuestro carisma es la acogida. Recibir con misericordia y amor al peregrino, al hermano, a los necesitados. Nuestro monasterio quiere ser lugar de encuentro del hombre con Dios en el día a día, vivido con amor, en el silencio de nuestro monasterio y también compartiendo vida con los hermanos, creando espacios donde todos vivamos otro gran pilar de nuestras vidas de canónigas: la Eclesialidad.
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Vivid en la casa unánimes tened una sola alma y un solo corazón orientados hacia Dios.
San Agustín